Día 5. Yo para ser feliz quiero un camión

 

 

La jornada de nuestra despedida de Vancouver y entrada en el edén que supone las Montañas Rocosas Canadienses no me permite ofrecer gran cosa en cuanto a ruta. Afortunadamente sí en cuanto a anecdotario, y empiezo a las 8:00 am hora de una ciudad de la que nos hemos enamorado y que abandonamos con recuerdos imborrables. Teníamos por delante una jornada muy larga de carretera que se convirtió en larguísima por muchos motivos.

 

El primero, la velocidad. Pongo en situación. La Highway 1 es una ruta que atraviesa el ancho del país idem y era nuestra pista para atravesar BC (estado de British Columbia) hasta la frontera con Alberta, donde teníamos reservado alojamiento en pleno parque nacional de Yoho. Esta ruta, como ocurre en USA, no define una carretera en sí misma, sino distintas formas. No sé si me explico, pero creo que sí. De ese modo, hay zonas de lo que sería una autopista, otros tramos se convierte en un carril para cada sentido,… En total, salvo un pequeñísimo tramo marcado a 110 kms/h la velocidad máxima basculaba entre 90 y 70, velocidad que medianamente respetamos y que, en una ruta de más de 800 kmts te está avisando de que tengas paciencia y hagas buen uso del control automático de velocidad. Al final echamos 14 horas de viaje, pero eso también responde a las otras circunstancias que vienen tras este punto y

 

Aparte, nuestro espíritu ratilla nos tuvo un rato dando vueltas.

 

Salir de Vancouver fue rápido, y se sucedían poblaciones en lo que podría llamarse una muy gran área metropolitana, más o menos hasta Langley, lugar del que no hablaré porque volveremos el día previo a nuestra partida a New York. Un gran río cuyo nombre no creo importe se interponía entre nosotros y el resto de un camino ya más natural y el puente que lo atravesaba era de peaje. No fue por no pagarlo, sino porque con los coches de alquiler tengo cierto reparo en encontrarme con sistemas de pago automáticos y otras zarandajas que por un despiste te puedan provocar un navajazo en la tarjeta cuando ya estés en casa ordenando fotos, decidimos buscar una alternativa que el Gps se empeñó en poner difícil de cojones. No me enrollo mucho, pero nos hicimos expertos en la zona hasta el punto de mandarlo a paseo y terminar pasando por nuestros medios. El coste: tiempo y gasolina, pero en ese momento ambas cosas nos sobraban.

 

En ese momento.

 

Unos cientos de kilómetros adelante, entre campos de berries de lo más variado y auténtico entorno de «Cazatesoros Canadá» nos entra hambre y en la duda de si parar a comer o a comprar alimento para autosatisfacción vemos un WalMart que era el polo positivo para el negativo que es en esencia mi frikismo por «vivir» tópicos culturales ajenos y allí que fuimos con nuestra cestita en ese inmenso centro al grito de Robin Servastky «let’s go to the mall, today!!!»

 

Fue un acierto en muchos sentidos. Hemos estado comiendo 2 días con la compra de entonces, y aun nos quedan unas pringles marca blanca que por 1$ os juro que no tienen nada que envidiar a las del pop ya no hay stop. Cómo no, salí de allí con un bote de peanuts butter (mantequilla de cacahuete) que es la cosa más pastosa/empalagosa que he comido nunca sin tener un gramo de azúcar. Chacina de verdad queso pa morirse y además se nos encendió la bombilla y buscamos lo que Luk, la de la cuenca minera, Campanario llama Chambergos, que vienen a ser chubasqueros de toda la vida y que os juro es la compra más acertada que he hecho desde mi primera caja de Prime. Ya están amortizados de sobra (los chubasqueros, no los Prime…ok) eso que la simpática cajera se olvidó de cobrar y que como buenos avergonzados de la cultura española le hicimos notar antes de salir que lo que es mío es mío y lo que no, no. El karma siempre sonríe, y a quien no, que se lo haga mirar. Paramos unos kilómetros más adelante en un bar de moteros a satisfacer nuestros habrientos estómagos y seguimos adentrándonos en zona montañosa, nublada, amenazante y lluviosa, por ese orden.

 

Ya en plena naturaleza llegamos a Revelstoke mirando la gasolina. Nos quedaba aun un cuarto de depósito pero era el primero de un coche desconocido, y sabéis cómo va esto. Paramos para un café habiendo decidido llenar el depósito por estar tranquilos. Salimos del pueblo y decimos… Anda! Al final se nos ha olvidado echar caldo… Bueno, por cómo ha ido hasta ahora la aguja no habrá problemas…. De repente un cartel que ya podían ponerlo en el pueblo y no varios kmts alante… Check your fuel. Next gas station: 150 kmts… Comor?!, qué hacemos?..La luk como siempre acojoná y yo que aun tengo sentido común le digo que tranqui que llegamos sin problemas…. 30 kmts después la reserva se enciende como si el oculista le dijera a Sauron, abra usted el ojo todo lo que pueda que voy a examinarlo con una lente de aumento. Ups!! Qué hacemos?? Lukre no recuerdo lo que hizo porque yo estaba a lo mío, es decir, metiéndome mi sentido común por el ojal y ambos buscamos dónde dar la vuelta en redondo porque no llegábamos ni de coña…

 

Perdimos entre ida y vuelta otros 70 kmts y, of course sin saber cómo de fiable sería en realidad esa reserva llegamos de nuevo a Revelstoke con la aguja en una E de Empty que yo asociaba con Estásjodidocabrón o Empiezaarezar pero no. Llegamos, surtimos y jugamos a los personjes para hacer mas liviano unos últimos 200 kmts que, en noche cerrada nos dejaron reventados en The Great Divide Lodge donde el karma nos regaló unas vistas al lago que no teníamos contratadas y una acogedora bienvenida en un lugar de ensueño.

 

Compensando pues el espíritu rata del comienzo nos gastamos otros 15$ en 2 birras locales que supieron a lágrima de elfa enamorada y, tras comprobar que la hora había cambiado (1 hora más o lo que es lo mismo una hora más cerca de la española) a la 1 y pico terminaba de escribir la entrada anterior a esta y caía rendido. Luk dormía plácida sabedora de que lo que ahora viene es SU viaje, porque ella lo vale y se lo merece, y yo, me lo llevo calentito.

 

Amen.

 

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